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Traducción del inglés de Aurora Berrueto Córdova
Fotografía por Jenelle Esparza
Jose Villalobos nació y creció en la región fronteriza entre El Paso, Texas y Ciudad Juárez, Chihuahua, inmerso en las culturas norteña mexicana y del oeste americano, canónicamente masculinas y tradicionalmente conservadoras. En su exposición Cicatrices, actualmente en Presa House Gallery en San Antonio, Texas (hasta el 30 de marzo) Villalobos observa los símbolos arquetípicos a traves de una lente gay y de identidad transgresora —las pezuñas de venado tienen manicuras, las botas de vaquero están fundidas en glicerina (también conocido como jabón) y perfumadas con rosa o lavanda. El obra de Villalobos desenreda estos tótems de una forma erótica, como si hubieran estado sofocados en un tedioso sepia esperando la llegada del Technicolor.
Una parte de la práctica de Villalobos incluye performances altamente rigurosos y ritualizados. El domingo 17 de marzo él realizó uno en el rancho familiar de la familia de Rigoberto Luna al sur de San Antonio (Luna es co-fundador de Presa House Gallery junto a Jenelle Esparza). Existe un riesgo fascinante al hacer este tipo de performances íntimos, retadores y de alto concepto en lugares poco prometedores. Simplemente, las cartas están echadas en tu contra. Tal vez el público no asista, el clima puede hacer burla de tus aspiraciones y esa deseada vibración de comunión y éxtasis reverencial —que podría describirse como litúrgico— puede no materializarse; todo puede acabar en un sinsentido. Sin embargo algunas veces, como en este domingo, los elementos se alinean. Fue un perfecto día primaveral con sus nubes plumeadas, heladas como mármol. El público sí asistió. Las bocinas soñaban con música norteña y tejana. La madre de Luna preparó tal vez el mejor arroz, frijoles y guacamole que yo haya probado nunca.
Entonces empezó el performance. Villalobos, descalzo, vestido de mezclilla con flecos amarillos, fue arrastrado sobre la tierra por el caballo del padre de Rigo. Jose Villalobos posee un don sobrenatural para moverse con fluidez del simbolismo cultural al contenido psicológico de sus imágenes. Inmediatamente su introducción conjuró la idea de las personas de raza negra, latinos y nativos americanos arrastrados por el desierto —un legado de conquista y muerte. Pero simultáneamente también hay una impactante resonancia universal, la de reconocer el ser arrastrado hacia algo más, arrastrado hacia la mismísima mierda de la existencia.
Dentro del corral había cuatro pacas de paja posicionadas en los arcos del ruedo y cada paca era sostenida por un par de zapatos de mujer, escondidos bajo tela de terciopelo rojo. La escena tenía un aire elegante de surrealismo “asoleado” al modo de De Chirico y Jodorowsky. Fue entonces que Villalobos procedió a descubrir cada par de zapatos, calzándoselos, para luego cargar las pesadas pacas de paja en su espalda, llevándolas tambaleante hasta el centro del corral, donde las apilaba y se arrancaba los zapatos con una navaja automática. La repetición de esta secuencia con cada bulto fue profundamente catártica. Estas acciones hablan del peso que las mujeres y la comunidad LGBT cargan y el alivio que viene cuando la sueltan aunque sea temporalmente. Detrás de Villalobos, mientras llevaba las pacas, la paja flotaba en el aire como hebras de oro, y fue como si frente a nosotros se plasmara una foto fija de una película. Cuando el arte del performance “hace click” se vuelve instantáneamente cinematográfico y mítico.
Una vez que la paja fue apilada para formar un muro, Villalobos se puso unas botas vaqueras y procedió a pintar con aerosol sobre la paja los insultos anti-gay “Fag” (puto) y “Joto” para después correr a toda velocidad contra la pared y dispersar la paja. Luego, él mismo rellenó su camisa con paja, penosamente, creándose una panza exagerada. Así, Villalobos se volvió literalmente un monigote de la masculinidad, con la irritación intrínseca de asumir esa pose ilusoria.
En cerca de treinta minutos, Villalobos había creado un cuasi-perfecto y conmovedor ciclo mediando entre el racismo, el género, el peso del pasado que llevamos a cuestas, el deseo universal de derribar muros, de cortar las ataduras, de dejar caer las caretas y ser libre.
Jose Villalobos presentará un performance final en el cierre de ‘Cicatrices’ la tarde del 30 de marzo en Presa House Gallery, San Antonio, Texas.